No entendía por qué a veces eras tan fría, porque más de una vez decías tener dolor de cabeza para no tener intimidad conmigo. Dormía en ocasiones enojado por tu negativa.
«No me comprende» – me decía a mi mismo. «No entiende mis necesidades, cuando busque otra que no se queje» -Hablaba para mis adentros. Pero afortunadamente al pasar el enojo también se iban las malas intenciones.
Sin embargo, era algo incomodo que me hacía pensar que ella no me quería.
Como la mayoría de las mujeres se mostraba reservada cuando le pedía explicaciones, por aquello que dicen ellas que algunas veces de nada sirve que comenten sus inquietudes, porque igual no les prestamos atención.
En una ocasión leí un artículo sobre las mujeres, donde hablaba de las razones por las que ellas se muestran indiferentes en la intimidad. Infidelidad podría ser la razón, «no creo, ni espero sea eso» – Pensé. Problemas de falta de deseo por cuestiones hormonales, «no creo» – Me dije. Ella cuando se da a la tarea responde muy bien. ¿Sería yo un mal amante? Pues no consideré esa razón, pues procuraba dejarla satisfecha y en ese sentido pienso que lo lograba.¿Se sentía utilizada? Umm, me pareció curiosa esta posible razón. Hablaba de cuando una mujer no es bien atendida y no se le dan muestras mínimas de cariño, pero solo se le da atención a la hora de buscarla para tener intimidad, y solo si acaso en estos momentos se les trata de manera especial. Esa me pareció la razón más lógica y traté de ser cariñoso con ella en los días siguientes. Le escribí una nota una tarde donde le decía que seguía siendo especial para mi como mujer y como compañera de vida. Traté de agradecer en lo posible su esfuerzo en el hogar y antes de llegar a casa uno que otro día, pasé por una tienda y le compré una chocolatina, unas galletas o cualquier golosina para mostrarle que me acorde de ella en ese momento. A veces se reía extrañada y me decía… «Y ese milagro»? Al tiempo que sonreía y yo también con ella.
Con el pasar de los días la empecé a ver menos a la defensiva conmigo , el gesto de su cara cambió y la vi más amable, como si las cosas que hacía por mi las hiciera de nuevo con gusto, al igual que cuando iniciamos nuestra relación, y ya no como si estuviera obligada.
Hacia una semana que no teníamos intimidad, porque yo no le había pedido que estuviéramos en esos días, solo me dediqué a intentar ser cariñoso con ella. Cabe aclarar que no sólo hacía esto por mejorar el área sexual, sino porque en general deseaba que nuestra relación floreciera y sentirme unido con ella en todos los sentidos.
Esa noche al ir a dormir se puso de pie frente a la cama, y me dijo:»Te has portado bien, ya es hora de que te atienda, no vaya ser que alguna loba se te ofrezca por ahí… ya es hora que hagamos el amor». Se quitó su piyama sexy de dos piezas y vino hasta mi, apasionadamente me besó y se entregó a mi con un cariño tan especial como hacía mucho no lo sentía. Fue el mejor banquete después de una semana de abstinencia.
Antes de quedarnos dormidos en posición cucharita me dijo: «Me encanta que seas atento y especial conmigo, fuiste muy lindo en estos días. Extrañaba ese hombre lindo y romántico del que me enamoré».
Y así dormimos relajaditos y contentos, y yo quedé tranquilo porque entendí que no tenía otro, ni yo era mal amante, ni tampoco estaba enferma. Comprendí que sólo se sentía desatendida y ese era el motivo de su «dolor de cabeza». Me di cuenta que solamente necesitaba un «analgésico», y ese analgésico era la atención, el cuidado y el cariño expresado con hechos… Ese analgésico era el amor!!
Desconozco autor
Articulo con el fin de lectura y entretenimiento.